martes, 19 de junio de 2007

Capítulo 3 Ernesto, Alina y Tomás

La puerta se abrió y Ernesto se sorprendió al ver a la persona que había detrás. Era imposible que fuera su hija, su mente parecía estar viva o por lo menos despierta pero su cuerpo parecía aun más escuálido y carente de fuerza vital, en su rostro totalmente descolorido y demacrado solo resaltaban unos profundos ojos cansados "¿de llorar? "se preguntó bastante extrañado. Desde que Margarita había caído en desgracia el sufrimiento había invadido cada rincón de la casa pero incluso Alina ya había asumido la enfermedad de su madre y ya la etapa de los llantos hacía meses que había pasado. Ahora la chica se dedicaba a escapar de la situación y por eso el hecho de que estuviera allí era bastante anormal aunque no del todo porque aquella era su casa y su habitación. Lo verdaderamente sorprendente era que en su aspecto se notaba que hacía días que no salía de aquel habitáculo.
-No pasa nada-le dijo Alina adivinando sus pensamientos-
-Claro que ocurre algo, estás triste y no es por tu madre. Se que la quieres mucho más de lo que puedes asumir pero hace un mes que no la ves, y se que ya no lloras por ella. ¿Cómo que no pasa nada? ¿Te has mirado en un espejo? Estás cada vez más demacrada. ¿Cuántos días hace que no comes o te duchas? Tu habitación huele a…
Con cada palabra que mencionaba su voz se agravaba e iba convirtiéndose en una reprimenda. No siguió hablando porque se dio cuenta de que ya casi chillaba y se estaba exasperando. Su hija lo observaba irasciblemente y él no supo como tomarse aquel desafío, pero comprendió, que el enfrentamiento no la ayudaría a salir de aquel inexplicable trance que era en realidad su objetivo y además estaba allí un compañero de estudio esperando por ella.
-Dile a Tomás que no quiero verle-dijo Alina rompiendo el silencio.
-Desde que te vi supe que era imposible que le recibieras en ese estado-su voz ahora sonaba mucho mas pausada pero aun le quedaban restos de exaltación-No se por que, pero ese chico creo que sabía con lo que se iba a encontrar y me ha dicho que quieras o no tiene que hablar contigo. No va a ser nada fácil deshacerme de él así que dime ¿Qué quieres que le diga textualmente?
-No se...dile que...dile que no estoy.
-Sabe que estás
-¿Cómo lo sabe?
-Lo se-se oyó desde el fondo la voz de Tomás que avanzaba por el pasillo hasta acercarse a la puerta de la habitación donde hablaban Alina y su padre.
-Y sabía también que no querrías recibirme, por eso me he tomado el atrevimiento de venir hasta aquí sin que se me hiciese pasar -ahora con la mirada fija en Ernesto-Disculpe mi insolencia señor pero ya ve como está su hija y yo necesito saber exactamente que le ocurre –y dirigiendo la mirada hacia ella siguió hablando –aunque me parece que esta vez ya lo sé. Créeme solo intento ayudar.
Ernesto se percató rápidamente que entre aquellas dos personas había algo más que compañerismo. Acababa de presenciar como el rostro de su hija por un instante volvió a ser bello y radiante, aunque la imagen fue solo un flash que se deshizo en un soplo. Ahora Alina no solo estaba deshecha y triste también agobiada y asustada. Quiso decir algo para que ese tal Tomás saliera inmediatamente pero Alina habló antes.
-Por favor papá, déjanos solos
-Pero hija...
-Solo serán cinco minutos, te lo prometo.
El padre, le dirigió una mirada un tanto indagadora al chico, como intentando adivinar cuan intensa era la relación de ambos y cuando pareció haber sustraído toda la información y estuvo convencido de que no había nada malo en él, pues le hizo un gesto de aprobación a su hija y se dirigió hasta el final del pasillo donde estaba el baño. Los dos jóvenes se encerraron en la habitación, y aunque el tiempo que estuvieron a solas fue verdaderamente corto, no fueron solo cinco minutos como había prometido la chica.
Ernesto entró en el baño preguntándose quién sería ese muchacho tan insolente y altivo. Una sombra de dolor y tristeza oscurecían su corazón y ahora su hija acompañada de sus problemas se estaba convirtiendo en parte de esa misma lobreguez. Era una carga que a veces consideraba pesada y molesta pero de todas, era la más liviana. Mientras se lavaba las manos se miró en el espejo, notó que su aspecto no era muy diferente al de Alina, y como una ola gigante que rompe las rocas en la orilla del mar, el cansancio irrumpió en su cuerpo apoderándose de este ya para siempre. Se estaba descuidando, a penas se alimentaba y daba la impresión de que envejecía con cada bocanada de aire que tomaba. No le preocupaba para nada su salud o aspecto físico, hacía mucho tiempo había dejado de ser un hombre para convertirse en esposo-enfermero y en estos momentos lo que le atormentaba era darse cuenta de que en cierta forma, había dejado abandonadas en un rincón sus obligaciones como padre. Su hija estaba pasando por momentos duros y esta vez no podría ayudarla contratando un servicio de reformas rápidas. "Los paneles de Pladur que rodean el corazón de Alina son tan gruesos, que aunque dentro sonara toda una gran orquesta sinfónica, yo no percibiría ni el más mínimo murmullo"
Habían pasado más de diez minutos cuando salió del cuarto de baño. Desde donde estaba se podía ver claramente, pese a la oscuridad, que la puerta de la habitación de Alina estaba abierta. Se podría decir que corrió hasta allí pero no fue así, sus pasos eran rápidos pero inseguros .Era como si quisiera llegar y a la vez pasar de largo. No era para nada normal que la habitación de su hija estuviera abierta. Pero hubo algo más que le asustó y lo hizo detenerse al tiempo que bruscamente se llevaba las manos a la cara protegiéndose los ojos pues de la habitación salió de repente, y por un tiempo realmente corto, una luz que al momento se hizo insoportable y deslumbradora. Duró unos instantes y luego desapareció dejándole a Ernesto una espantosa sensación de ceguera que le duró otros dos o tres segundos. Cuando por fin recuperó la vista del todo continuó sus pasos pero esta vez aun más inseguros e inestables. Fueron los cinco pasos más largos de su vida porque en su corazón un extraño presentimiento le cerraba el camino. Al llegar a la entrada empujó violentamente la puerta y lo que vio lo dejó aun mas despavorido. Allí estaban tumbados sobre la cama los cuerpos inmóviles de Margarita y Alina y de uno de ellos emanaba un terrible río de sangre.