martes, 19 de junio de 2007

Capítulo 1 Tomás y Alina

Habían pasado ya casi diez días desde la última vez que se vieron, apenas cinco minutos en el comedor de la residencia estudiantil. Entonces, él se había sentado en la mesa más próxima a la que ella solía sentarse siempre, con el objetivo de verla, solo le bastaba con eso. Le pareció muy raro que Alina ni siquiera realizara su rutina diaria aquel día .Observó como tomó asiento en la primera silla que encontró libre, estaba con la cabeza agachada y esto le pareció aun más extraño. Sin renunciar a su objetivo se acercó y le habló
-Hola-le dijo intentando llamar su atención, pero ella no contestó y agachó aun más la cabeza, pensó que si le miraba de frente no aguantaría las lágrimas. Tomás se dio cuenta y entonces le preguntó bastante intrigado
-¿Qué te pasa, estás llorando? Sí, estás llorando-afirmó respondiéndose su propia pregunta al tiempo que acomodaba una silla y tomaba asiento. -Cuéntame ¿Es por lo de tu madre? ¿Qué te han dicho ahora los médicos? ¿No se pondrá bien?
-Ya sabes –respondió Alina por fin- que lo de mi madre es irreversible y que puede que en un futuro se estabilice pero nunca mejorará- aunque su voz sonaba entrecortada, triste y a la vez acusadora como si Tomás fuera en parte el causante de todo el mal que le afectaba ,todavía no lloraba. Quiso utilizarlo para descargar todo aquel sentimiento, mezcla de profunda tristeza con un poco, y sin embargo imperceptible, hilo de rabia violenta. Pero entonces pensó que no era el momento oportuno y que en definitiva él no era el culpable de lo que la afectaba, por lo menos no de aquello que la inquietaba en ese momento. No pudo aguantar más y de pronto sus ojos se llenaron de un brillo intenso y doloroso, muy doloroso. Al principio su mandíbula inferior le temblaba y ya luego toda su cara se transformó en una mueca de amargura que terminó explotando en un llanto inconsolable. A Tomás le daba la sensación de que el alma se le partía al verla en aquel estado, creía comprender hasta cierto punto el dolor de Alina y se sentía responsable, estaba seguro que era él quien provocaba su sufrimiento y lo sentía profundamente por ella. Quiso abrazarla, estrecharla en sus brazos y dedicarle palabras de consuelo al oído pero solo tuvo valor para intentar acariciarla. Entonces la expresión de la chica cambió y Tomás lo notó. El efímero contacto de la punta de sus dedos con la suave piel de sus manos bastó para que ella bruscamente se apartara a la vez que se levantaba para irse corriendo a buscar un refugio donde el no existiera. Al ver sus intenciones se levantó casi en el mismo instante que ella lo hizo. Entonces sí le agarró de la mano, y sintió como el corazón quería salir de su pecho como la ardiente lava de un volcán a punto de explotar. Ella también sintió con calurosa pasión el contacto físico y por un momento sintió las ganas de echarse rendida en sus brazos y ahogar allí todas sus penas pero reprimió, al instante, los deseos.
-Suéltame -le dijo apartándose, y su voz sonó pasmosamente serena y pausada como si de golpe hubiesen cesado los gemidos y no existiese emoción ninguna en sus palabras. De repente ya no lloraba. -Ahora necesito estar sola- diciendo esto dio unos pasos hacia la puerta de salida del comedor, pero intuyendo cuales eran las conclusiones a las que desacertadamente llegaría Tomás, se volvió aun con el llanto sofocado y con la misma expresión de vacio -No te sientas mal, no es el hecho de que te marchas la razón de mi angustia, soy consciente de que tienes otra vida en Cuba en la que yo solo soy una intrusa. Antes necesitaba saber si sería capaz de irme contigo, aunque nunca me lo pediste y entendía en parte tus razones, pero ahora… ahora ya nada importa.
Él sabía que Alina no decía toda la verdad, le había hecho daño suficiente como para provocarle lágrimas tan tristes, pero en su voz había un dolor diferente. Su reacción lo había dejado incómodo y un poco sorprendido. Notó que la voz de Alina en aquella ocasión era el reflejo de un sufrimiento mayor incluso de lo que se puede sentir cuando se está perdiendo una madre y eso lo dejo suspenso, tanto, que no pudo decir nada y ella se marchó dejándolo también, con millones de incógnitas de las que solo ella tenía respuesta. No era posible que Alina se sintiera tan mal, sabía que le había molestado la noticia de su partida y fue ella misma, semanas antes la que cortó con la relación .Aunque la forma en que lo hizo a Tomás le molestó mucho, seguía queriéndola de igual manera, sus sentimientos hacia ella no habían cambiado en lo absoluto y era evidente que Alina seguía profundamente enamorada. Tomas se daba cuenta cuando intencionadamente se buscaban con la mirada al cruzarse en los pasillos o en el comedor, donde él siempre intentaba sentarse cerca de su mesa preferida a la hora de comer. Por eso su actitud aquel día lo dejó un tanto desconcertado. La chica estaba diferente, su rostro, sus palabras y sus gestos expresaban rabia no solo dolor y tristeza. Tomás comenzó a dudar de que a Alina le ocurría algo grave pero ¿Qué podía ser aquello que tanto sufrimiento le causaba al amor de su vida que no era capaz ni siquiera de mirarlo fijamente a los ojos? ¿Por qué lo estaba evitando? Corrió entonces hacia la puerta para continuar con la conversación y tratar de consolarla, estaba seguro de que siempre que se sentía mal su abrazo la reconfortaban y sus palabras de aliento le levantaban el ánimo. Pero al llegar a la salida ya se había perdido entre la multitud de estudiantes que salían del comedor y supuso que no se dejaría ver. Era un poco comprensible que durante todo aquel día permaneciera oculta y escurridiza puesto que se sentía verdaderamente afectada y aunque Tomás no sabía con certeza la causa, no podía hacer nada más que comprenderla .Pero ya habían pasado casi diez días y Alina no daba señales de vida, desde entonces no acudía a la universidad y tampoco quería coger llamadas, su padre no hablaba con nadie en aquellas fechas que era el que podía darle a Tomás alguna explicación , los dolores de su esposa se hacían cada vez más intensos y lo mantenían muy ocupado intentando relajarla. Por algún tiempo pensó y hasta llegó a convencerse de que era la enfermedad de su madre la que sumía a la chica en un estado de subterfugio terrenal, pero ahora que habían pasado tantos días, y después de haber visto en las circunstancias en que se encontraba durante su última conversación, comenzaba a minársele el cuerpo de incertidumbres. Decidió entonces que la única solución era acudir a su casa y esta vez Alina tendría que esclarecer todas sus dudas, no era justo que después de todo lo que habían vivido juntos, todo el amor que se habían prometido y que aun seguían sintiendo el uno por el otro a pesar de las circunstancias y de la inevitable partida que se avecinaba, ella no fuera capaz de mirarlo a los ojos y abrirle su corazón y dejar que toda la amargura que la fulminaba saliera. Tomás sabía que ella lo necesitaba y que era a él a quien debía contarle sus penas porque la entendía y la comprendía más que nadie, porque la amaba con todo su ser aun habiendo decidido marcharse, y ella era consciente de ello. "Mi chica tiene problemas, me necesita"- se decía a si mismo mientras conducía en dirección a la casa de Alina. El apartamento donde vivían Alina y sus padres no era muy grande contaba con seis estancias: tres dormitorios amplios con ventanas de cristal lo que permitía que entrara la luz, aunque la tela de las cortinas era muy gruesa y cuando estas estaban bajadas casi parecía de noche, claro, que para evitar la oscuridad era normal que se utilizaran unas lámparas de pie altas y un poco ovaladas de metal y plástico que su madre había colocado en cada habitación, escogidas con muy buen gusto pero que se repetían en las tres cámaras , lo único que las diferenciaba era el color, que este siempre coincidía con el de las paredes. Casi nunca se utilizaban las luces del techo desde que la noticia del cáncer de útero que le detectaron meses antes a Margarita había atenuado los corazones de la familia y como señal de desolación, inconscientemente nadie las encendía. Tras acceder por la puerta de entrada se hallaba un pasillo largo con dos portezuelas a la izquierda y tres a la derecha que daban a las habitaciones y las otras dos al salón en forma rectangular también muy luminoso gracias al gran ventanal que se extendía formando toda una pared lateral, y por último la cocina que en comparación con los dormitorios era bien pequeña, solo tenía espacio para una o como mucho dos personas. A pesar de todo estaba bien equipada con los electrodomésticos más modernos y de tecnología muy reciente, no se sabía cuántas funciones tenía aquel horno por no decir el microondas en acero inoxidable totalmente carente de botones y que su forma y color combinaban perfectamente con el resto de aparatos. Al final del pasillo estaba el cuarto de aseo, minúsculo y escurrido pero siempre muy limpio .La distribución de todas las estancias era perfecta para preservar siempre la intimidad y el hecho de que estuvieran totalmente insonorizadas hacia de cada una de estas un paraíso de libertad, aislamiento e individualidad. Aunque el espacio era lúgubre y bastante sombrío. Meses antes, cuando los gritos de agonía se acuartelaron en el piso por primera vez, Alina sufrió una terrible conmoción y el corazón le vibró profundamente alterado por los chillidos desoladores que difundía su madre por toda la casa. Supo que no sería capaz de volver a escuchar aquellos lamentos que más bien parecían el sonido de un lobo que sin ninguna razón aullaba agonizante a la luna en las noches de plenilunio. Su padre se dio cuenta de que para la chica era insoportable y que se le desgarraba el alma cuando escuchaba a su madre lamentándose, e impotente por no poder hacer nada para calmarla se encerraba en su cuarto buscando escaparse.
-¡ Ah ….Dios ¡ ¿Por qué me haces esto?-chillaba-No lo aguanto más ¡Ah…!¡Quítenmelo, no lo aguanto! –estas frases de autentico sufrimiento eran para Alina como aguijones que se le clavaban en cada parte de su cuerpo rompiéndolo en mil pedazos y a la vez hacía que su corazón fuera cada día más frío. Se notaba como su alma se iba apagando también poco a poco. Conmovido por el sufrimiento de ambas contrató un servicio de reformas rápidas. En una semana la vivienda se llenó de carpinteros y albañiles que en un tiempo record instalaron paneles de Pladur en todas las paredes , obteniendo de esta forma cámaras entre ambos tabiques que rellenaron con espuma de poliuretano y así lograron una insonorización casi perfecta ,luego cambiaron las ventanas por unas de doble acristalamiento ,formadas por dos vidrios separados, sellados en su perímetro formando también una cámara de aire estanca que evitaba que gran porcentaje de los sonidos saliera o entrara en la casa y por último se cambiaron las cortinas por unas de telas más gruesas que nada tenían que ver con el resto del decorado pero que hacían más eficaz el efecto mudo y además oscurecía totalmente las estancias si se bajaban; y la mayoría del tiempo estas permanecían bajadas , por lo que la casa, sumida en una oscuridad y un silencio sepulcral parecía el escenario perfecto para todo tipo de escenas un tanto terroríficas pero sin llegar a ser la casa de Michael Armstrong.
Para Alina, mantenerse ocupada en los estudios, salir, hacer deporte o cualquier actividad que la mantuvieran fuera de casa era también una forma de aislarse del dolor y la angustia que hacía ya meses que habían invadido su casa y era ya un hecho innegable que solo la muerte los expulsaría, llevándose, lamentablemente, a su madre .Por eso era bastante extraña su presencia en la casa y mucho más el encierro al que se había auto sometido. Al principio el señor Ernesto pensó que tendría algún examen y que estaría repasando alguna materia, pero luego fueron pasando las horas y ya hacía días que no salía de la habitación, si bien le pareció raro, no se acercó a preguntar, pues estaba demasiado ocupado acompañando a su esposa.
Alina ya no sentía su cuerpo, era como si se le hubiese secado el rostro, pálido y frio. Su figura desgarbada había perdido ya el movimiento y pasaba las horas tirada sobre la cama, entumecida y estática. Daba la impresión, a primera vista, de que su mente estaba totalmente en blanco y sin embargo si se le detallaba la expresión preocupada de sus facciones podía distinguirse tanta profundidad en sus pensamientos que ahogaba tan solo mirarla. Era evidente que había algo que la preocupaba enormemente. Escuchó vagamente que llamaban a la puerta de su habitación pero aun así ni siquiera se movió.
-Alina -tocaba su padre-¿Me puedes abrir? –Esperó unos segundos sin obtener respuesta. Volvió a insistir, esta vez un poco más enérgico pero manteniendo la dulzura con que siempre le hablaba a su hija. -Cariño ábreme que tienes visita –Alina no contestaba ni tampoco daba señal de estar en aquel mundo. Ya comenzaba a despertársele el oído que antes parecía estar tan aislado del universo como su propia casa pero la chica seguía sumergida en el fondo de un océano de meditaciones .Aun habiendo escuchado con más claridad no se movió y fue cuando su padre habló por última vez. -Mi amor, está aquí un tal Tomás, dice que te conoce de la universidad ¿No vas a atenderle?- Escuchar aquel nombre fue terrible y a la vez maravilloso. De pronto emergió a la superficie y por fin tomó una desesperada bocanada de aire. No se podría decir que su corazón latía con más o menos fuerza porque antes parecía estar parado, lo que si era evidente es que ahora latía y ella lo notaba. Súbitamente todos sus sentidos cobraron vida.